Ni el Poder ni la Gloria
Desde otro ángulo: la actualidad analizada con otra mirada.
Las Masacres Ignoradas
En el incesante torrente de noticias globales que compiten por nuestra
atención, instintivamente elegimos qué crisis merecen nuestro tiempo, nuestra
indignación y nuestra empatía. Es fácil perderse en el ruido de los titulares
urgentes y los debates polarizados. La sobrecarga informativa nos empuja a
simplificar la realidad, a elegir bandos y a centrarnos en los conflictos que
resuenan con nuestras propias narrativas. Sin embargo, detrás de este ciclo mediático,
se mueven corrientes más profundas que a menudo pasamos por alto.
Les invito a ir más allá de lo obvio y explorar algunos eventos
globales recientes que nos muestran algunas verdades sorprendentes e incómodas
que revela esta disparidad en la atención global, obligándonos a cuestionar no
solo lo que vemos, sino por qué elegimos verlo. No se trata de nuevas
primicias, sino de una perspectiva diferente sobre lo que ya sabemos, una
invitación a cuestionar por qué prestamos atención a ciertas crisis mientras
ignoramos otras, y cómo nuestras propias ideas preconcebidas moldean nuestra
visión del mundo.
Nuestra indignación es
selectiva: La Mayor Tragedia Humanitaria del Mundo es Prácticamente Invisible
La diferencia en la atención
internacional que reciben el conflicto de Gaza y la guerra en Sudán es
abrumadora. Mientras la situación en Gaza ha provocado movilizaciones
formidables en Occidente, especialmente entre la izquierda, el conflicto
sudanés se desarrolla en un silencio casi absoluto.
La magnitud de la catástrofe en
Sudán es difícil de asimilar, no solo por su escala, sino por la poca atención
que recibe. Los datos, extraídos de informes humanitarios, pintan un panorama
desolador:
• Muertes: Se
estima que unas 150.000 personas han muerto desde que el conflicto se reavivó
en abril de 2023, aunque la cifra real podría ser mucho mayor.
• Desplazamiento: Las
cifras exactas varían, pero las estimaciones más graves señalan hasta 9.6
millones de desplazados internos y un total de 14 millones de refugiados.
• Necesidad humanitaria: De
una población total de 50 millones, 30 millones dependen de la ayuda
humanitaria para sobrevivir, con 25.6 millones enfrentando un grave riesgo
alimentario.
• Crisis infantil: Unos
15.2 millones de niños requieren asistencia humanitaria en un país donde el 90%
de las escuelas están cerradas, 4.5 millones de niños sufren de malnutrición y
uno de cada diez no sobrevivirá más allá de los cinco años.
La gravedad de la situación ha
llevado a que los expertos la califiquen con una severidad que no se refleja en
la conciencia pública. Naciones Unidas considera que es «una de las mayores
crisis humanitarias del siglo XXI».
Este colapso no es solo estadístico. La coordinadora de Emergencias de Médicos Sin Fronteras describe un "escenario de terror" donde la violencia armada, la violencia sexual, el hambre y las enfermedades convergen. Mientras tanto, en ciudades como Al-Fashir, continúan las masacres y la limpieza étnica, anclando estas cifras abstractas en una realidad brutal e ignorada.
La Guerra “incomoda”: Cuando
un Conflicto No Tiene una Narrativa Fácil
Sudán es un Estado fallido
condenado a una guerra eterna. Antes del conflicto actual, ya había sufrido dos
guerras civiles devastadoras (1955-1972 y 1983-2005), la segunda de las cuales
es considerada una de las más trágicas de la historia, con un saldo estimado de
dos millones de muertos. La guerra actual es una lucha primaria y visceral por
el poder entre dos generales, Abdel Fattah al-Burhan [1] y Mohamed Hamdan Dagalo,[2] sin un disfraz ideológico claro que permita posicionarse fácilmente.
Entonces, ¿por qué es ignorada?
La hipótesis más plausible es que su falta de una narrativa ideológica clara la
hace menos "atractiva" para el debate global. Es "una guerra por
el poder, matar para ser rey absoluto sin necesidad de disfrazarlo de ideología
o religión. Quizá por eso no importe". A pesar de esta falta de interés,
el país cuenta con importantes recursos naturales, como grandes reservas de
oro, que se utilizan para "comprar lealtades" y alimentar un
conflicto que el mundo prefiere no ver.
Nuestra Atención No se Basa en
Quién Muere, Sino en Quién Mata
El interés público en un
conflicto a menudo no se correlaciona con la escala del sufrimiento, sino con
la facilidad con la que se ajusta a marcos ideológicos preexistentes. El
conflicto de Gaza es un ejemplo perfecto: divide nítidamente a la opinión
pública occidental en líneas ideológicas claras, con la “derecha” simpatizando
más con Israel y la “izquierda” con Palestina, facilitando la toma de partido.
Sudán, en cambio, no ofrece una
narrativa tan sencilla. Es una guerra descrita como "primaria y
visceral", una lucha por el poder absoluto. No hay un villano o un héroe
fácilmente identificable para el observador externo, ni una causa que encaje en
los debates ideológicos de Occidente. Esto nos confronta con una conclusión
perturbadora sobre la naturaleza de nuestra empatía selectiva.
Si eso fuese así, lo relevante no
sería quién muere sino quién mata o participa en la matanza. O sea, proyectar
nuestros intereses ideológicos y no el hecho de que se produce una tragedia.
Pero nuestro foco de atención en lo que consideramos relevante demuestra que
nuestras lealtades a menudo están definidas antes de que comience el debate.
Este sesgo ideológico puede impedir una respuesta puramente humanitaria a las
crisis y nos encierra en trincheras que dificultan la comprensión real de la
complejidad del mundo.
Esta realidad explica por qué no
vemos flotillas intentando llegar a las costas sudanesas ni convocatorias a la huelga
general en su nombre. La indignación moral parece reservarse para las tragedias
que nos permiten reafirmar nuestras propias convicciones políticas. Esta
preferencia por narrativas ideológicas simples nos ciega ante la cruda realidad
geopolítica que realmente alimenta el conflicto: una guerra por delegación
financiada por intereses globales.
La Guerra "Olvidada"
de Sudán es en Realidad un Campo de Batalla Global por Oro y Poder
La idea de que Sudán es ignorado
por ser un conflicto interno, remoto y simple es un error fundamental. En
realidad, es una compleja guerra por delegación (proxy war) en la que
participan numerosas potencias internacionales, cada una con sus propios intereses
estratégicos y económicos.
La lucha se libra principalmente
entre dos facciones: las Fuerzas Armadas de Sudán (SAF), leales al gobierno
liderado por Abdel Fattah al-Burhan, y los paramilitares de las Fuerzas de
Acción Rápida (RSF), comandadas por Mohamed Hamdan Dagalo, conocido como
"Hemedti". La red de alianzas internacionales es densa y reveladora:
• Apoyos de las RSF
(Hemedti): Emiratos Árabes Unidos (compra el oro y envía armas), Rusia
(a través del Grupo Wagner y alianzas en Libia), y facciones en Libia y Chad.
• Apoyos de las SAF
(gobierno de Al-Burhan): Egipto, Arabia Saudita, Turquía y China
(principalmente para proteger sus inversiones petroleras).
El motor que alimenta esta red de
interferencia es la vasta riqueza de recursos naturales de Sudán, especialmente
el oro. Se estima que el 70% del oro del país se extrae ilegalmente y se
contrabandea, generando para Hemedti unos 2.500 millones de dólares anuales
para financiar su guerra. Este oro, según los informes, es "lavado y
vendido en Dubái", explicando por qué tantos actores externos tienen un
interés directo en la continuación del conflicto.
África es el Continente con Más Cristianos Perseguidos
Cuando se habla de persecución
religiosa, la atención suele centrarse en Oriente Medio. Sin embargo, un dato
sorprendente sitúa el foco en otro lugar: África es considerado "el
continente con el mayor número de víctimas por motivos de fe en el siglo XXI".
Esta crisis es denunciada al más alto nivel incluido el Vaticano y diversas
comisiones pontificias.[3]
La violencia se atribuye a una
combinación de extremistas islámicos, conflictos étnicos y leyes
discriminatorias. Las zonas más críticas se encuentran en el África
subsahariana, con Nigeria como epicentro de masacres sistemáticas y Burkina
Faso como un nuevo y peligroso foco yihadista. La gravedad de la situación ha
sido denunciada por organizaciones como Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN).
Para ponerlo en un contexto
global, se estima que hay 380 millones de cristianos perseguidos en el mundo.
El dramático ejemplo de la comunidad cristiana en Irak ilustra esta
devastación: pasó de 1.3 millones de personas en 2003 a solo 250,000. La
irrupción del ISIS en 2014 provocó el gran éxodo, pero hoy el desafío es otro:
aunque "ya no hay persecución" violenta, persiste "un alto nivel
de discriminación" que impide a la comunidad recuperarse.
La Incomodidad de una Tragedia
Ignorada
La falta de atención sobre Sudán
no es un simple descuido mediático. Es el resultado directo de una sinergia
tóxica: los intereses económicos y geopolíticos de potencias globales alimentan
una guerra brutal, mientras la ausencia de una narrativa ideológica clara para
Occidente garantiza el silencio mediático que permite que la masacre continúe
sin obstáculos. Los actores externos que financian el conflicto se benefician
directamente de la apatía que ellos mismos ayudan a cultivar.
Esta dinámica expone una paradoja
desoladora, capturada con precisión en un análisis reciente sobre el conflicto:
Sudan les importa a muchos países habida cuenta la cantidad de naciones que
interfieren en su territorio, pero lo que les sucede a los sudaneses parece ser
intrascendente para casi todos.
Ante esta realidad, ¿estamos dispuestos a reevaluar cómo elegimos nuestras batallas morales, o seguiremos prestando atención solo a las tragedias que nos resultan ideológicamente convenientes?
[1] https://www.cidob.org/lider-politico/abdel-fattah-al-burhan
[2] https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-48542422

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